Imagina que tienes un ovillo de lana que se ha enredado «terriblemente». Intentas deshacer el nudo, pero cada vez que tiras de un hilo, se complica más. El ovillo se vuelve cada vez más grande y complicado, y parece que no hay forma de deshacer el enredo. De repente, alguien te sugiere que dejes de tirar de los hilos y que, en su lugar, observes el ovillo con calma. Al hacerlo, descubres que el nudo no es tan complicado como parecía. Puedes ver dónde está el problema y, con paciencia y cuidado, comienzas a deshacer el nudo, hilo por hilo.
La palabra «enredo» significa enlazar, entretejer, enmarañar algo con otra cosa.
Estar enredado es estar atrapado en algo, y ese algo generalmente no es bueno. También refiere a una complicación, confusión de ideas o falta de claridad (ausencia de una visión clara).
Quiere decir que, vivir enredados, nos mantiene en confusión y esclavitud por nuestra manera de pensar, creencias erróneas, suposiciones, juicios, visión propia, opiniones, etc.
Nuestros pensamientos y creencias influyen en nuestras relaciones.
Muchas veces tenemos expectativas y suposiciones incorrectas sobre las personas. Si tenemos expectativas poco realistas o suposiciones negativas, podremos crear tensión y conflicto en nuestras relaciones; ya que vamos a «poner una demanda incorrecta» en lo que nosotros creemos que deben ser, hacer, pensar, etc.
Nuestros pensamientos y creencias pueden influir también en cómo nos comunicamos con los demás. Si tenemos creencias negativas sobre nosotros mismos o sobre los otros, podemos comunicarnos de manera defensiva, agresiva, o colocarnos en una posición de víctimas, lo que dañará nuestras relaciones y, principalmente, a nosotros mismos.
Si tenemos creencias estereotipadas o prejuiciosas, podemos percibir a los demás de manera distorsionada, lo que llevará a malos entendidos y conflictos.
La autoestima y confianza es vita/ en las relaciones. Si no entiendo mi valor, esa carencia interior o identidad inferior me llevará a querer «poseer» al otro para sentirme completo o amado; o por el contrario, me llevará a debilitarme a tal punto de perder mi identidad en el camino.
La raíz de la posesión y el control puede llevarnos a sentir que alguien es de «nuestra propiedad», creyendo que tenemos derecho a controlar acciones, decisiones y pensamientos de otra persona, hasta llegar al punto de manipular o tergiversar conversaciones, situaciones o perspectivas.
Cuando tenemos percepciones incorrectas sobre los demás, podemos caer en la trampa de hablar mal de ellos, resultando dañino cuando se hace de manera habitual (como un estilo de vida) o en grupo. No me refiero a abrir el corazón para sanar, siendo vulnerable con alguien de confianza que tiene como valor máximo a Cristo quien me dará un sabio consejo, me refiero al chisme, esa insana necesidad de involucrar a terceros en situaciones totalmente ajenas a ellos, no para solucionar, ni sanar, sino por el solo hecho de sentir la necesidad de defenderme. Eso viene por inseguridad. Y en nada aprovecha. Esta conducta tóxica afecta terriblemente al cuerpo de Cristo. ¿Por qué? Porque somos uno. Cuando hablamos mal de otro, estamos perjudicando a nuestro propio cuerpo.
Es necesario detenernos y meditar en lo que estamos meditando (diálogo interno).
Romanos 12: 2 nos exhorta a dejarnos transformar interiormente por el Espíritu Santo mediante una reforma total de nuestra manera de pensar, solo así podremos discernir cuál es la visión del Padre para esa situación, relación o conflicto.
Hay mucho para profundizar sobre este tema, pero vamos a centrarnos en esto: para vivir libres de enredos mi centro debe ser Cristo. Al ser Él mi centro, mi identidad, pensamientos y emociones se alinearán a la verdad de quién soy en Él, poniéndome de acuerdo con lo que mi Padre piensa de mí, y de mi prójimo.
Apropiarme de lo que Cristo ya hizo por mí es vital para poder vivir desde mi ser integral libre de enredos.
Caminar en esta libertad hace que yo pueda reinar en vida, en todas las áreas; entre ellas, las relaciones. Pero es necesario que continuamente renovemos nuestros pensamientos, sacando lo viejo e implementando lo nuevo.
Hemos sido redimidos de la ignorancia (ausencia de luz, visión) para poder ver con claridad y poder así, tomar decisiones sabias, rendidas a Cristo.
Para vivir en y desde esa libertad integral libre de enredos necesito vivir desde la naturaleza del amor (mi identidad, Cristo).
A lo largo de todos los años sirviendo en el cuerpo de Cristo me ha tocado vivir cantidad de situaciones con gente (reino es relaciones, así que los conflictos son parte de crecer y madurar como hijos-individualmente; y como familia-cuerpo). Es fácil decirlo, pero las vivencias requieren mucho amor y ejercitar nuestros músculos espirituales- jaja-. Es grande la cantidad de experiencias que podría escribir (donde tuve que decidir perdonar, pero también ser perdonada), pero resumo en esto que creo con firmeza que es y será enriquecedor:
– He aprendido que todo se trata de nosotros. Aun cuando «otros» hagan, digan, mal interpreten, opinen, juzguen, etc., todo resulta en nosotros ¿Qué voy a hacer con esto? ¿Quién dice mi Padre que soy? ¿De qué creencias incorrectas debo despojarme?
Y no solamente nos desafía a madurar a nosotros mismos, renunciando a nuestra «propia visión» para ver con la visión y perspectiva del Padre (que debe convertirse en la nuestra porque somos una unidad con Él), sino que nos eleva a realmente ver a otros con ese amor ágape, con el cual podemos ver en ellos la obra completa de Cristo. No reaccionar, enredarnos, excusarnos, defendernos, victimizarnos, aislarnos, entristecernos, o debilitarnos, sino poder ver más allá, aún más allá de nosotros mismos. Si pasamos al otro lado de este desafío, y nos elevamos a la altura de nuestra esencia y naturaleza de amor, podremos comprobar que aun esas situaciones, conflictos o «personas difíciles», son nuestra escuela que nos llevan a pulirnos para SER quiénes somos realmente y despojarnos así, de todo lo que NO somos (opinólogos, cuestionadores, demandantes, inseguros, etc.). Y ese amor que cubre las faltas (ajenas o propias) se convertirá en un puente para ser reconciliadores, restauradores y agentes de cambio. La luz y el amor que somos, levantándonos mutuamente para que cada uno viva en su identidad más pura.
Cuidamos nuestro corazón, pero vivimos libres. Sin enredarnos. No fuimos llamados a «soportar» lo que otros piensen, decidan, etc., sino a amar y reinar sobre nuestra esfera de influencia (nuestra propia vida, corazón, pensamientos, emociones y ambientes).
1 Corintios 13:4-7, habla de nuestra identidad verdadera: amor. Un amor que no se aferra a la vergüenza ni a la falta de respeto, un amor que no busca lo suyo ni busca egoístamente su propio honor, un amor que no se irrita ni se ofende fácilmente. El amor es un refugio seguro, ¿estamos siendo un refugio seguro para los demás? Y también nos lleva a meditar: ¿Los demás están siendo ese refugio seguro para mí? Debo elegir muy bien mi círculo más íntimo de influencia.
Para terminar, ¿recuerdas el ovillo de lana que te mencioné inicialmente? La historia del ovillo de lana nos enseña que, a veces, nuestros problemas y enredos se complican porque intentamos resolverlos de manera apresurada sin entender la raíz del problema. Al igual que el ovillo, nuestras vidas pueden volverse enredadas y complicadas si no nos tomamos el tiempo para reflexionar junto al Espíritu Santo y entender lo que está sucediendo en nuestro corazón. En vez de poner rápidamente toda la responsabilidad en un tercero (persona o situación), mirarnos a nosotros mismos nos dará una visión clara acerca de Io que está sucediendo realmente en nuestro interior.
Más allá de la raíz que descubramos, la fuente es una: Cristo; y si dejamos que Él sea nuestro centro, y si dejamos que su gracia influencie y persuada nuestro corazón y pensamientos, entonces podremos vivir integralmente libres.
Reflexión: ¿Qué enredos hay en tu vida que necesitas deshacer? ¿Estás dispuesto a tomar responsabilidad para detectar la raíz del problema y llevarla a la luz de Cristo? ¿Qué cambios puedes hacer hoy para vivir?
Romi Peroni de Córdoba.