Romanos 12:2, en la versión El Espejo, dice: «No permitan que la tradición religiosa actual los moldee en su forma de razonar. Como un inspirado artista, presten atención al detalle del deseo de Dios de manifestarse en ustedes. Lleguen a conocer la perfección.» En aquel tiempo, la tradición religiosa era la influencia predominante. Hoy, necesitamos reconocer qué influencia específica nos está desenfocando. ¿Es la religión? ¿Son las tendencias de consumo, las preocupaciones del país o el entorno que te rodea? Todas estas cosas pueden influenciarte al punto de modelar tu forma de razonar y a partir de ahí, cada decisión que tomemos. Para ser influenciados por el mundo no hace falta hacer nada, pero para percibir lo que Dios está mostrándonos, necesitamos enfoque. No podemos vivir en piloto automático, porque el mundo ejercerá su influencia, sin embargo, para ver los planes de Dios debemos ser intencionales y poner atención al detalle, como menciona el versículo.
Es crucial revisar si los deseos que tengo hoy están alineados con los planes de Dios, o son cosas que quiero solo porque otros las quieren, debido a las influencias y presiones que impactan mi corazón.
Es importante estar alertas, porque lo que el mundo nos propone y lo que se convierte en nuestros deseos, puede parecer alineado a los planes del Padre, sin embargo, es fácil desviarse de lo que Él tiene preparado. A veces, nuestros anhelos, ya sean materiales, profesionales o personales, no son malos en sí mismos, pero pueden desplazar lo que realmente es prioritario: el lugar de Dios y la forma en que Él ha determinado que esos deseos se manifiesten. Debemos cuidar el camino que seguimos, asegurándonos de que sea el que Dios ha predeterminado y no uno que tomamos por nuestro propio esfuerzo para conseguir cumplir esos anhelos.
Santiago 4:6, nos recuerda: «Su gracia se opone directamente a la vanidad de una mente orgullosa, y vence la arremetida del deseo que lleva a las personas a competir por superioridad. La gracia y la humildad van de la mano. ¡Regalo y recompenza son opuestos ! La humildad atrae la gracia.» Aquí debemos preguntarnos: ¿Preferimos un regalo o una recompensa? Hoy en día, la recompensa tiene buena reputación; el mundo admira el esfuerzo, el prestigio, el «lo gané, lo merezco». Pero como hijos de Dios, debemos entender que su regalo es mejor. Lo que podamos alcanzar por nuestro propio esfuerzo nunca estará a la altura de lo que Dios nos da gratuitamente. Si no aceptamos ese regalo, viviremos por debajo de nuestro potencial. Debemos aprender a entrar en el fluir de la gracia y disfrutarlo.
Cuando observamos nuestro corazón, nos damos cuenta de que hemos absorbido muchos pensamientos del sistema del mundo. Es vital empezar a desear vivir por gracia. Como vimos al principio, esto no significa ser pasivos, sino ser activos en reconocer su voz y movernos según sus instrucciones, sin intentar volver a pagar un precio que ya fue pagado.
Entonces, vuelvo a preguntarte, ¿qué te está influenciando hoy? ¿Prefieres el regalo de Dios o la recompensa del mundo?