El Batacazo

Hace un tiempo, y luego, en otras oportunidades que llamaron mi atención, vino esta palabra a mi corazón: «Batacazo». No es común en mi vocabulario, así que busqué su significado y encontré esta definición: Triunfo o suceso afortunado, inesperado y sorprendente. Mientras transcurrían los días meditando en esto, dos historias vinieron a mi corazón y en ambas podía ver esta palabra 

Al personaje de la primera historia lo llamaremos «Juan» (Juan 6:8-13), y aquí les voy a contar cómo imagino la historia en mi cabeza: 

Jesús les dijo a sus discípulos: ─¡Muchachos, es hora de que pongan en práctica lo que vieron y oyeron de mí! Esta será una excelente oportunidad; denle de comer a esta multitud. 

─¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo?   

En ese momento, Felipe dice:
─¡Maestro! ¡El sueldo de cuatro u ocho meses no alcanzaría para dar de comer a esta cantidad de personas! (200 denarios).

En mi cabeza, imagino a Jesús sonriendo y pensando: «A ver… Padre, ¿dónde me dijiste que estaba ese jovencito con la provisión que juntos vamos a multiplicar?» Y ahí aparece Juan, con cinco panes y dos pescados. Se los entregó a Jesús y seguramente se quedó a su lado para vivenciar uno de los milagros más asombrosos que ni el mejor matemático o economista del mundo podría haber calculado: ¡la alimentación de 5000 personas! ¡BATACAZO!


En la segunda historia, al personaje la llamaremos «Marta» (1 Reyes 17:8-24). Viuda, con dos hijos, estaba a punto de cocinar su última porción de harina y aceite cuando la voz de Dios, transmitida por el profeta Elías, le instruyó a darle de comer primero a él y luego a sus hijos a pesar de las circunstancias y los pronósticos. El resultado fue un batacazo que cambió su historia y la de sus hijos: ni la harina ni el aceite escasearon por muchos días, tal como lo dijo Dios a través del profeta Elías. 

Aquí es donde podemos observar a una mujer, viuda y madre, que reconoció el momento y la voz de Dios en su vida. Fue humilde al obedecer, sin cuestionar esa voz a pesar de las circunstancias y pronósticos desfavorables. Además, demostró generosidad con lo que tenía y lo ofreció de la mejor manera posible. ¿Por qué digo esto? Porque solo disponía de un poco de harina y aceite, y sabía que cada recurso no debía desperdiciarse. Su habilidad en la cocina también se hizo evidente, al entender que el calor para cocinar debía ser exacto. (Mi opinión personal e imaginación sobre esto es que seguramente esta mujer al vivenciar su batacazo, podría ser la mejor cocinera de la zona o tener su propia empresa de pan).

Juntamente con esto me viene a la mente el versículo Salmos 37:25 que dice: «No he visto justo desamparado ni su descendencia que mendigue pan.»

Una persona justa es aquella que puede pensar los pensamientos de paz y de abundancia que el Padre tiene de nosotros. A su vez, pan se refiere a sustento, aquello que sacia. Entonces, quedaría de esta forma: «No he visto a nadie que pensando como el Padre piensa, no viva próspero, abundante y sin recursos.»

Hemos visto cómo personas de diferentes edades, condiciones socioeconómicas e historias pudieron experimentar un batacazo al reconocer un momento y lugar específico. Ellos demostraron generosidad, humildad y la capacidad de discernir la voz de Dios en su vida.  

Todos anhelamos vivir un batacazo en nuestra vida. La pregunta crucial es: ¿podemos reconocer el momento y el lugar, ser humildes, poner a disposición todos nuestros recursos, incluso lo último que tenemos, y reconocer la voz de Dios a través de hombres y mujeres que nos dan instrucciones, consejos o simplemente una palabra que pueda cambiar nuestra vida? 

Hay una frase que me impacta al meditarla: «Mi actitud de corazón determinará la altura a donde quiera llegar.»

Fíjese en el joven que tenía los panes y pescados. Seguramente los tenía porque sus padres se los dieron para su sustento durante todo el camino que siguiera a Jesús; esto trajo consigo los recursos para un milagro. O tal vez ya no tenía a dónde ir y, al haber oído la fama de Jesús, lo siguió con la esperanza de encontrar un rumbo en su vida. Aunque la Biblia no cuenta más sobre ese joven, no cabe duda de que el impacto de ese batacazo en él produjo un impacto generacional.

Termino este artículo, mi estimado lector, con las siguientes preguntas que también me hice a mí misma: ¿dónde está hoy puesto mi corazón? ¿Cuál es mi actitud y condición frente a todo lo que está sucediendo? La respuesta revelará qué tan cerca estamos de que nos suceda un…  ¡Batacazo!

La historia continuará con usted…

Autor: Debora Mendoza.

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