Comiendo del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal

En este tiempo he estado más consciente que nunca sobre el tema de identificar la fuente de mis decisiones, mis acciones, pensamientos y emociones. ¿De qué fuente estoy nutriéndome para mi accionar? Hay una realidad superior para el hijo de Dios cuando está fluyendo de un lugar de reposo(1); ese lugar donde el espíritu renacido está en plena paz y comunión con el Señor, en esos lugares celestiales donde está sentado.

He visto que no siempre lograba vivir desde esa realidad, aun cuando estaba enfocada en la Palabra de Dios y guiándome por sus principios. Muchas veces me encontraba ansiosa o frustrada por situaciones. Por más que declaraba o utilizaba la Palabra y pedía al Espíritu Santo la guía para mis decisiones, no me encontraba en ese lugar donde verdaderamente yo hubiese reposado de mis obras, ni haber fluido desde mi esencia de amor en la sabiduría que Cristo es para mí.

Creo que muchos hijos de Dios se encuentran en esa misma situación y estoy convencida de que Dios Padre está trayendo revelación sobre verdades que siempre han estado, pero que ahora son iluminadas en otra dimensión a nuestro entendimiento para esta hora en que vivimos. A veces la verdad que “conocemos” no produce la medida de fruto acorde en nuestra vida. Con demasiada frecuencia estamos extendiendo nuestra mano para tomar algo, agregar a la obra o adquirir algo que “nos falta” para ver una mayor manifestación. La influencia de esa perspectiva en nuestra vida produce esfuerzo propio, “obras muertas”(2), ansiedad, justificación e inquietud, por nombrar algunas. Esto a su vez da lugar a otras cosas que totalmente nos limitan como hijos de Dios.

Meditando sobre las dos fuentes claves que estaban en el principio, el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal, veo que cada ser humano está inclinado a comer (dirigirse) por el árbol del conocimiento del bien y del mal. Cuando venimos a Cristo, siendo trasladados al reino de Dios con un espíritu renacido, seguimos, en la mayoría de los aspectos de la vida, dirigiéndonos con el conocimiento del bien y del mal. Pero ahora con la Palabra tenemos acceso al “verdadero bien”, el de Dios, o así lo creemos. Sin embargo, comer del árbol del conocimiento del bien y del mal fue justamente lo que causó el desalojo de Adán y Eva de ese ambiente celestial; y ahora, para volver a ingresar en él queremos usar el mismo árbol, empleando únicamente el “bien”. No funcionará.

Con esto en mente, vamos a mirar la primera vez que se menciona en la Biblia que el ser humano comió del árbol del conocimiento del bien y del mal. Adán y Eva, la creación perfecta de Dios, estaban colocados en un ambiente perfecto para extender el reino por medio del dominio y autoridad que Dios les había otorgado. Muchos conocen la historia. Eva escuchó las palabras de la serpiente, poniendo en duda las intenciones de Dios sobre sus vidas. Le generó la duda de: “nos falta algo”; “no tenemos todo lo que necesitamos”; “Dios no nos proveyó para este aspecto importante de nuestra vida”. Esa incertidumbre la llevó a considerar otras opciones y vio que el fruto de ese árbol del conocimiento del bien y del mal era atractivo. ¿Suena familiar? ¿Alguna vez ha sentido que le falta algo? ¿Qué algo no está bien? ¿Qué no tiene todo lo que necesita para vivir en victoria y provisión como hijo de Dios? ¿Ha pensado que hay algo que no está funcionando y debe hacer “algo más” para producir la manifestación de la bendición del Padre? El árbol del conocimiento del bien y del mal está allí para presentarle muchas opciones para “solucionar” su dilema.

De lo que Adán y Eva no se percataron fue de la pérdida que iban a sufrir por tal decisión. El fruto de ese árbol provocó la muerte espiritual instantánea y la eventual muerte física, colocando al alma y al cuerpo a cargo de sus vidas. Ya no estaban vivos para la comunión con Dios Padre, para ser dirigidos desde su espíritu, y el temor invadió sus vidas y la perspectiva de sí mismos fue totalmente cambiada a una esfera natural y temporal. El temor generó incertidumbre en su relación con Dios. Tuvieron que reinventar cómo vivir desde un espíritu muerto y para empeorar las cosas, tuvieron que mudarse de ese ambiente perfecto a un ambiente que todavía no había sido dominado con la influencia del reino de los cielos.

¿Cómo se aplica esa historia a nuestra vida como hijos de Dios? Muy buena pregunta y es para meditar, reflexionar y ejercitarnos en la dimensión que ahora nos encontramos como los hijos amados del Padre.

Primero, antes de conocer a Cristo, dirigíamos nuestra vida desde “el comer del árbol” del conocimiento del bien y del mal. Nuestras decisiones, percepciones de la vida y razonamiento fueron dirigidos por el conocimiento que aportaban los cinco sentidos. Si teníamos la información (conocimiento) correcto, acertábamos en nuestras decisiones y si habían cosas desconocidas y conocimiento ignorado de la situación, errábamos. Cuando vinimos a Cristo, nuestro espíritu fue vivificado y ahora somos espíritus que dan vida pero nuestra alma y cuerpo están acostumbrados a estar en control. Nosotros mismos tenemos un patrón profundo de dirigirnos desde lo que vemos, captamos y percibimos en lo natural con nuestro conocimiento. El conocimiento que aportaban los cinco sentidos y el procesamiento del alma fueron los que siempre gobernaron nuestra vida. Pero ahora, el espíritu renacido tiene acceso a una dimensión invisible donde Cristo es nuestra sabiduría y donde el amor y la fe nos guían. Sin embargo, debemos aprender a cambiar la fuente de nuestra vivencia. Ahora estamos diseñados y capacitados para vivir desde una esfera no creada y visible(3), la de Dios, donde estamos sentados juntamente con Cristo en lugares celestiales.

Así que, como hijos de Dios debemos aprender a vivir desde nuestro espíritu renacido, un espíritu con Cristo(4), y dirigirnos desde esa esfera donde estamos sentados con Él. Yo he aprendido algunos aspectos de esa verdad que me han ayudado tremendamente a tomar consciencia de qué fuente estoy viviendo. Me facilitan identificar quién está queriendo gobernar, mi espíritu o mi alma con el cuerpo. Al ejercitarme en estos, he visto un incremento en la manifestación de la suministración del reino del Padre. El primer fundamento es estar recibiendo(5) la Palabra viva y revelada que penetra hasta partir lo que es del espíritu y lo que es del alma. La confusión se va porque la Palabra hace una clara separación para mostrarme de cual esfera estoy viviendo. En esa condición donde puedo identificar mi espíritu y tengo una clara consciencia de 1) la Palabra viva y eficaz, 2) reposo (no tengo que agregar mis esfuerzos u obras para una manifestación), 3) completa paz (sobrepasa el razonamiento humano y lo que aportan los cinco sentidos), 4) mi esencia de amor (no hay temor ni sus sub-productos influyendo en mi vida). Estos cuatro aspectos son mi guía, mi metro para ubicarme como hijo de Dios, y me ayudan a identificar la fuente de donde estoy viviendo. Te invito a meditar y a ejercitarte en los mismos y experimentar la transformación como hijo de Dios maduro.

(1) Hebreos 4:9-11

(2) Hebreos 6:1; Hebreos 9:14 Las “obras muertas” son obras que hacemos para “lograr” una relación recta con Dios, o para ser más aceptados, más espirituales, o para agradar a Dios más. Las obras muertas son las obras que nosotros hacemos para “intentar” agradar a Dios y ser quien Él quiere que seamos, en vez de confiar plenamente y únicamente en la obra perfecta de Cristo Jesús y su sacrificio que nos santificó y nos hizo aceptos una vez y para siempre delante del Padre. Una vez que aceptamos y recibimos esa realidad, podemos entrar en verdadero reposo y descansar de “nuestras obras”, y comenzar a dejar fluir las buenas obras que el Padre preparó de antemano para que nosotros anduviéramos en ellas.

(3) No creado, visible: La esfera del Padre es una esfera no creada pero sí es visible para el hijo de Dios. II Corintios 4:18 dice que “no mirando las cosas que se ven (lo natural), sino mirando las cosas que no se ven, (las cosas visibles en la esfera espiritual). En otras palabras, tú puedes mirar (ver) cosas que no se ven en las esfera natural. Mientras tú crees que la esfera del Padre es invisible, no vas a ver. Pero cuando entiendes que su esfera es visible, dará lugar a tus ojos espirituales a ver lo que el ojo natural no capta.

(4) I Corintios 6:17 “Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él”.

(5) Recibir: Strongs 3858 (paradéjomai) = aceptar cerca, admitir, deleitarse en, abrazar con favor, aprobar, aceptar. Recibir la palabra es admitir (permitir) su acceso en mi vida para transformación. Recibir la Palabra es más que tener conocimiento de ella o declararla, es relacionarse con ella hasta que ella te habla y e transforma a la misma imagen.

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