Tal vez, una de las preguntas más frecuentes que recibimos es, ¿Qué estás pensando? Quizá, para muchos, esta puede ser una pregunta más del montón, pero como hijo de Dios debería ser una forma de medir dónde me estoy posicionado en mi madurez espiritual, llevarme a reflexionar y preguntarme: ¿Lo que estoy pensando me edifica, o no? ¿Añade a mi vida espiritual, o no? ¿Me anima a tomar una buena decisión, o no?
Es importante entender que todo aquello en lo que medito (paso mi tiempo pensando) toma fuerza en mi corazón, se vuelve parte de mi creencia y pasa a ser la verdad que nada ni nadie me puede robar; sea una promesa (hoy ya para nosotros una bendición), si decidí creerla y adueñarme de ella, pasa a ser parte de mi vivencia. La biblia nos anima a vivir por lo que creemos, no por lo que conocemos (Rom 1:17).
Vemos en Josué 1:7-8, que Dios no le garantizaba el éxito a Josué como premio por su obediencia o permanencia, sino que su éxito estaba garantizado en que meditara constantemente en todo lo que Moisés, el don de Dios para su vida, había impartido en él. ¿Por qué? Porque es la única forma en la que una información o enseñanza se vuelve verdad para mi vida, me desafía al verdadero arrepentimiento (cambio de manera de pensar), e impulsa a activar una palabra clave que vemos en el versículo 8, “Entonces”, que significa que hay un antes y un después. Dios puso una demanda en Josué: “permanece en lo que has oído”, porque eso te hará ser una persona diferente, porque la bendición se hará visible en todo cuanto emprendas.
En otras palabras, ¿por qué es tan importante qué ocupa nuestros pensamientos? Porque todo lo que atrapa nuestra atención y pensamiento es causado en su gran mayoría por lo que vemos y oímos, y será en gran parte la resultante de lo que hablemos y vivamos. En otras palabras, para bien o para mal, será lo que defina nuestro presente y afecte nuestro futuro.
Jeremías 29:11, nos ilustra de manera explicita la importancia de los pensamientos y lo que ellos producen: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros…” El Padre nos aclara que él tiene una sola manera de pensar a favor de nosotros, y no los cambia ni se los cuestiona; independientemente de lo que yo piense, diga o haga, el Padre está completamente seguro de lo que piensa, él está en paz conmigo…
Ahora, debemos entender y captar que de nada servirá en nuestra vida que esos pensamientos sigan siendo los pensamientos de Dios para nosotros; no habrá cambios ni cumplimiento de lo que nos garantizan, si no tomamos la determinación de que “sus pensamientos” pasen a ser “mis pensamientos”. Cuando yo me animo a conocer sus pensamientos, entonces puedo conocer lo que hay en su corazón, y al conocer lo que hay en su corazón me doy cuenta de que si yo no estoy viviendo algo de lo que él planeó, no es porque Dios lo permitió, sino porque yo lo permití.
Por eso, cuando empiezo a conocer los pensamientos del Padre para mí, y comienzo a meditar en ellos para que se revelen en mi corazón, se despierta en mi una confianza tal y una seguridad que no proviene de un plano lógico o natural, sino desde la esfera celestial a la que usted y yo pertenecemos. Quiere decir entonces que esos pensamientos empiezan a poner orden en nuestra vida, por lo tanto, comenzamos a experimentar la paz, seguridad, bienestar y reposo que tanto buscamos.
“Pensar como el Padre piensa nos da la habilidad de funcionar en nuestro diseño original”
Entonces, ¿por qué tantas veces nos cuesta vivir los pensamientos del Padre para nosotros? ¿Será que aunque decimos amarlo y creerle, nuestros pensamientos más profundos y lo que inunda nuestro corazón de interrogantes son pensamientos que no provienen del corazón de quien nos amó con un amor incondicional? Es una buena pregunta para meditar…
Pastor Andrés Mendoza