¿Opinólogos o suministradores de vida?

Una vez escuché a una persona muy sabia que dijo: “Escuchar para comprender, y no para responder”. A través de los años, esto ha ido incrementando en la profundidad de la revelación de su real significado y peso.

Cuando uno empieza a transitar la vida, y aparecen situaciones por afrontar, más allá que sabemos que no son nuestra verdad, son una realidad que cada ser humano vive. Influencias que pueden ser externas, situaciones económicas, una situación de salud, un tema de relaciones en la familia, vínculos rotos o hasta alguna pérdida; etc. O influencias internas (diálogo interno, pensamientos, emociones desequilibradas por diferentes razones o motivos).

En esos momentos, es muy sencillo apresurarnos y correr con nuestras palabras nacidas desde un conocimiento del bien y del mal a dar nuestra opinión o punto de vista de las causas de lo que a otra persona aqueja: “por algo será”, “algo habrá hecho”, “tenés que hacer esto y aquello”, “lo que pasa es que te falta fe”, “si creyeras, no estarías pasando por esto”, “voy a orar por vos para que tengas un pedazo de pan para llevarte a la mesa”, “yo opino que…”, etc. Fuerte, crudo, pero muy real.

Decimos que la religión es mala. Que la religión mata propósitos. La religión trae condenación y muerte (separación de la vida abundante), pero en muchas ocasiones, fuimos (y me incluyo) team de este equipo de opinar y responder lo primero que se nos viene a la boca, sin siquiera tener la delicadeza de preguntar al Espíritu Santo ¿qué consejo ungido hay en el corazón del Padre para esa persona? ¿Qué palabra de vida puedo soltar a su vida?

“Porque cuando me vieron hambriento, me dieron de comer. Cuando me encontraron sediento, me dieron de beber. Cuando no tenía dónde quedarme, me invitaron a entrar, 36 y cuando estaba pobremente vestido, me cubrieron. Cuando estuve enfermo, me cuidaron con ternura, y cuando estuve en prisión, me visitaron” […] “Y el Rey les responderá: “¿No lo saben? Cuando cuidaron de uno de estos pequeños, mis verdaderos hermanos, me demostraron amor”. (Mateo 25: 35-36, TPT).

Podemos “decir” las palabras correctas, pero sin un corazón correcto, todo es ruido. Si lo que hablamos no nace desde nuestra verdadera esencia de amor, y solo opinamos o respondemos para tener la razón, o algo que decir, no producirá el fruto ni la impartición de vida que el Padre quiere que soltemos.

“Si yo hablara con elocuencia en los muchos idiomas de la tierra y en las lenguas celestiales de los ángeles, pero no me expresara con amor, mis palabras se reducirían al sonido hueco de nada más que un címbalo que retiñe”. 1° Corintios 13: 1, traducción TPT.

Fuera de querer traer condenación o generar debates, esto es un llamado a despertarnos del sueño. El Padre nos llamó a funcionar dentro de un cuerpo, donde cada miembro es invaluable más allá de los roles o funciones o lugar dentro de la familia mundial, que ocupe. Creo firmemente, que una de nuestras metas de vida más importantes debería ser caminar en una identificación cada vez mayor con Cristo y reproducir como un eco su amor, siendo un solo espíritu con Él, resonando sus mismos pensamientos. Esto nos saca de la comodidad de mirar y velar solo por nuestras “necesidades o intereses” y ver más allá. Más allá de lo aparente, más allá de lo natural, más allá de una sonrisa que dice que “todo está bien”, más allá de nuestras propias limitaciones.

“Ninguna mezcla de levadura o vacíos halagos filosóficos se pueden comparar con una mente que genuinamente valora a otros por encima de uno mismo”. (Filipenses 2: 3, The Mirror). Abandonen toda muestra de egoísmo. Preocúpense más por lo que les importa a los demás que por sus propios intereses. Y consideren el ejemplo que Jesús, el Ungido, nos ha dado. Que su mentalidad sea su motivación”.  (Filipenses 2: 4-5, TPT).

El amor es nuestra invisible fuerza interior, tal como un sistema de raíces de un árbol o los cimientos de un edificio. Que nuestro sistema de raíces (como un árbol bien plantado), nuestros valores más profundos y cimiento único esté fundado en Jesucristo. Desde nuestras raíces originales es que brotará de nosotros la sabiduría, la inteligencia, la prudencia, fuerza y el conocimiento para ser ese fruto deseable para otros, donde nuestro entorno encuentre en nosotros refugio, sombra, abrigo, hogar, alimento, refrigerio, provisión, dando a las personas que fuimos llamados a impactar, la palabra y fruto de vida que les suministrarán vida porque es el fruto nacido del corazón del Padre a través de nuestras palabras o acciones.

Recordemos que, decir las palabras correctas sin la motivación pura del amor, será solamente ruido. Pero una palabra ungida, guiada desde el mismo corazón del Padre para la gente, producirá vida y confrontará a cada persona a levantarse en su verdadera esencia, fortalecida desde su interior, para vencer desde su posición real de vencedores, cualquier obstáculo, crisis o situación en su vida. Sentirse amado y no juzgado, es el mayor regalo que podemos dar. La carga más pesada que podemos quitar. Y la libertad más real que despertará en las personas la determinación de basar cada una de sus decisiones en y desde la expresión de su esencia más pura: amor.

 

 

 

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