Él hace que todo el cuerpo encaje perfectamente.
Y cada parte, al cumplir con su función específica, ayuda a que las demás se desarrollen,
y entonces todo el cuerpo crece y está sano y lleno de amor. Efesios 4:16 NTV
Porque su “cuerpo” ha sido formado a su imagen y está estrechamente unido y conectado constantemente como uno. Y a cada miembro se le han dado dones divinos para contribuir al crecimiento de todos; y como estos dones operan eficazmente en todo el cuerpo,
somos edificados y perfeccionados en el amor.
Efesios 4:16 TPT
Efesios 4: 16 (NTV Y TPT) Para entender el honor de formar parte del cuerpo de Cristo, debemos ser conscientes, como hijos del Padre y hermanos dentro de la gran familia celestial, que la poderosa expresión de amor de Jesucristo, nos hizo uno por medio de la sangre de un Pacto Eterno. Esa sangre que corre por todo nuestro ser nos hizo uno en ADN, su ADN, Wow… ¿eso sí que es poderoso no? Lo primero que deberíamos tener en cuenta es que estamos conectados por ese pacto de amor eterno.
Lo segundo a tener en cuenta es, que dicho honor requiere de nosotros, el entender que nada ni nadie en esta tierra fue creado para sí. Mire esto: Los ríos no beben su propia agua, los árboles no comen sus propios frutos, el sol no brilla para sí mismo, las flores no esparcen su fragancia para sí mismas. Debemos vivir sabiendo que no nacimos para nosotros mismos, sino que, así como la naturaleza tiene reglas de vivir para otros, así es también con todos nosotros.
La tercera verdad que debiera estar presente en nuestra vida a la hora de entender el honor de ser parte del cuerpo de Cristo, es que el poder de la unidad es fundamental. “¿Pueden dos caminar juntos sin estar de acuerdo adónde van?” Amos 3:3-NTV. “Es mejor ser dos que uno, porque ambos pueden ayudarse mutuamente a lograr el éxito…”Eclesiastés 4:9-12-NTV
La cuarta verdad es que debemos honrar las vidas de las otras partes del cuerpo, como únicas y necesarias, “Ámense unos a otros con un afecto genuino y deléitense al honrarse mutuamente” Romanos 12:10-NTV. Honra atrae, aumenta y me beneficia mientras otro es beneficiado. Reconocer el valor de la persona que está a mi lado, abre la puerta a través de la cual, lo del Padre que está en ella, viene a mi vida. Todo lo que somos, tenemos y conocemos viene del Creador, cosas que él puso en nosotros y cosas que él puso en aquellos que están a nuestro alrededor. “¿Quién ha dicho que tú eres mejor que los demás? Todo lo que tienes, Dios te lo ha dado”. 1 Corintios 4: 7-PDT
El entender el valor de ser parte de cuerpo de Cristo, desata un poder que hace que todo lo que el Padre planeó para mi vida sea más fácil.
Hace un tiempo hablando con una amiga de medicina, me hacía ver que si el cerebro anda mal todo en el cuerpo funciona mal. Cuando hablamos de la iglesia, se hace la analogía con el cuerpo humano, de dónde la cabeza es Cristo y el cuerpo, conformado por todos sus miembros, bien concertados entre sí, es la iglesia. Esos miembros cumplen su función y a la vez, hace que las demás partes, se nutran, crezcan y se desarrollen. ¿Podría funcionar si algunas de las partes no estuvieran? quizá sí, pero la funcionalidad no sería óptima. Todos y cada uno, en el cuerpo de Cristo somos significativos, todos tenemos un diseño, roles y funciones únicas con las que se destaca y glorifica al Creador por su obra maestra.
Cuando Salmos 139 dice: “Mientras me formaba en el vientre de mi madre…” yo lo imagino al Padre como una madre embarazada en una mecedora que mientras canta palabras de amor, pensamientos, sueños y ideas que ningún otro en la historia de la humanidad podrá tener jamás, va creándome. ¡Qué asombrosa idea creativa departe del Padre! Él hace que todo lo que está en nuestra vida sea único, pero no para mí, sino para complementar con otros “únicos” en el cuerpo.
Por último y no menos importante debemos ser conscientes de esta gran verdad… hay un camino más excelente y extraordinario que me llevará a vivir en la plenitud del honor de formar parte del cuerpo de Cristo….ése camino es el amor.
Hace años atrás yo estaba sirviendo en una iglesia en otra ciudad y mientras lo hacía, veía que mis hermanos y líderes en el cuerpo no estaban sirviendo la cantidad de horas ni maneras en la que yo creía que lo hacía, (mi perspectiva). Así que empecé a estar no tan feliz y con un diálogo interno dentro mío de incesante crítica y opiniones de lo que “para mí”, otros en el cuerpo no hacían. Una mañana, al despertar, me preparaba para tener mi tiempo de intimidad con el Padre y de repente resuena en mi interior: ‘He pesado tu corazón y es hallado falto’. Yo haciéndome la distraída con esa voz dentro mío, seguí agarrando mis apuntes y preparándome para mi ritual de intimidad y… otra vez volví a oír lo mismo. Sabía que era un pasaje bíblico, pero ni siquiera recordaba bien de que parte venía eso y de repente, cuando por tercera vez esas palabras volvieron a mí, una fuerte convicción que no podía negar me invadió y me senté a hablar con el Padre sobre el asunto.
Mi corazón, la meditación en él y mi caminar, en ese momento, no estaban siendo de edificación. Es más, ese pensamiento de creer que la gran parte del trabajo en el ministerio la estaba haciendo yo, y yo, y yo, y yo, estaba siendo como una enfermedad auto inmune (que se destruye a sí misma). No es algo de afuera lo que destruye al cuerpo, son los pensamientos, intenciones, opiniones, actitudes, etc. La destrucción comienza en el corazón, cuando estoy teniendo un concepto más alto del que debo tener de mí misma y lo mismo sucede, cuando estoy teniendo un concepto o valor más bajo, y pongo eso, por encima de lo que el Padre dice o piensa de mí. El Apóstol Martin en este tiempo ha soltado una verdad de amor que ha cambiado mi perspectiva a muchas maneras equivocadas de ver, y es que Él me puso en el lugar más alto de la bendición. Soy bendición y estoy en ese lugar para bendecir mientras sepa, quién soy, qué tengo y lo que puedo dar.
Reconocer la diversidad original y creativa dentro del cuerpo de Cristo, vivir en una armonía sincronizada con el amor del Padre, hace que no solo me dé cuenta del honor de ser parte, sino del honor que es formar parte de la obra maestra más auténtica y extraordinaria, que jamás en la historia volveré a ver y vivir. Por esta razón, no me da lo mismo que usted lea esto o no, ni me da lo mismo su vida y la importancia de ella aquí y ahora, porque su valor excede a la de las riquezas de este mundo. Un prócer dijo hace muchos años:
“SERÁS LO QUE DEBAS SER O NO SERÁS NADA”, CUANDO YO DESEO SER LO QUE OTRO ES, TERMINO NO SIENDO LO QUE FUI DISEÑADO A SER,
Y ESO PERJUDICA AL CUERPO”.
Ni yo, ni usted debemos ser lo que alguien más es, debemos SER la auténtica obra maestra que el Padre diseñó. El cuerpo de Cristo necesita exactamente la autenticidad con la que cada uno ha sido creado y la única razón por la que estoy en esta tierra. Estamos aquí y ahora, para hacer aquí y ahora, lo que como cuerpo de Cristo en toda su plenitud tenemos que Ser y Hacer.