Hay temporadas en la vida en las que sentimos que todo se detiene. Los planes se nublan, la visión parece ausente y el corazón se pregunta si hicimos algo mal. Y, sin embargo, son justamente esos momentos —silenciosos, incómodos, confusos— los que Dios usa para gestar algo nuevo en nuestro interior.
Como la oruga que entra en su capullo, después de haber trabajado, crecido y cambiado, a veces nos encontramos en un estado donde ya no entendemos qué está sucediendo. Ella no sabe que está a punto de ser transformada. No ve sus alas, no imagina la belleza que está por revelarse. Solo siente el encierro, la quietud y la falta de dirección.
Así también nosotros. Hay temporadas que se sienten como retrocesos, cuando en realidad son el terreno sagrado donde Papá Dios forja nuestra verdadera identidad. No estamos perdiendo visión: la visión está siendo refinada. No estamos sin rumbo: estamos siendo realineados. No estamos estancados: estamos siendo transformados.
Dentro de ese «capullo» espiritual, el Señor trabaja donde nadie ve. Nos invita a soltar temores, viejos patrones, creencias limitantes y todo aquello que no pertenece a quienes somos en Cristo. Para volar como la mariposa, es necesario despojarse de lo que ya no puede acompañarnos a la próxima etapa.
La transformación siempre demanda decisiones profundas: decir «sí» cuando todo en nosotros quiere volver atrás, confiar cuando no entendemos, permanecer cuando parece que nada avanza. Pero cada una de esas decisiones es un acto de fe alineada a la Fe del Hijo, que declara: Cristo es mi centro, mi roca, mi certeza y mi destino.
Y llega un día —siempre llega— en el que la luz entra nuevamente (porque en realidad es nuestra esencia: luz). Esa luz que somos y que está en nuestro ADN. Y entonces nos damos cuenta de que nunca estuvimos perdidos. Que no retrocedimos. Que esa temporada oscura fue la sala de parto de lo que Papá Dios había soñado para nosotros. Y entonces, igual que la mariposa que extiende por primera vez sus alas, descubrimos que lo que parecía final era solo el comienzo de una nueva vida.
Me despido con uno de mis versículos favoritos de la Escritura
«Jamás dudes del poder inmenso de Dios para obrar en ti y lograr todo esto. Él conseguirá mucho más de lo que pidas, más que tu sueño más descabellado, ¡y superará con creces tu imaginación más desbordante! Él lo superará todo, pues su poder milagroso te fortalece constantemente» (Efesios 3:20, TPT).
Por Romi Peroni.




