Descubrí por qué el mejor mensaje que puede compartir una iglesia no es una predicación perfecta, sino una vivencia real con Dios.
Inspirá desde tu historia.
Durante años, muchas iglesias han centrado su esfuerzo en perfeccionar el mensaje. Han trabajado en cómo predicar mejor, cómo estructurar mejor una enseñanza, cómo presentar mejor a Dios. Pero, ¿y si el mensaje más poderoso no está solo en lo que decimos… sino en lo que vivimos?
No es el mensaje, es la vivencia
Jesús no vino con un discurso teológico complicado. Él vivió el amor, la verdad y la vida. Dijo:
«Yo soy el camino, la verdad y la vida.» (Juan 14:6)
No dijo: «Yo traigo el mensaje correcto» sino «Yo soy». Eso cambia todo.
Porque la gente no está buscando palabras, está buscando vidas que demuestren que Dios es real.
Las vivencias abren corazones
Lo que lleva a alguien a abrirse, a cuestionarse, a emocionarse, no es una estructura de ideas, es ver a una persona que vive con fe, que ha sido sanada, que en medio del dolor tiene paz, que cuenta cómo Dios intervino en su vida.
Los testimonios son puentes.
Las vivencias son antorchas.
Eso es lo que transforma: la vivencia diaria con Papá Dios.
El poder de los testimonios
A veces vivimos tan bien, que nos olvidamos de cómo llegamos ahí.
Olvidamos que esos pasos —ese proceso, esa historia— puede ser la clave que inspire a otros a salir del pozo.
La Biblia está compuesta por eso:
Hombres y mujeres compartiendo sus vivencias con Dios.
● David contando cómo fue librado.
● Moisés compartiendo cómo fue llamado.
● Pablo relatando su transformación.
Sus vivencias marcaron generaciones y hoy, tu historia puede hacer lo mismo.
La estrategia más real del “marketing” cristiano
No se trata de técnicas de redes.
No se trata de luces ni de slogans.
Se trata de mostrar la vida que fluye desde Dios hacia vos.
El marketing más poderoso de la iglesia es:
● Una vida restaurada.
● Un matrimonio sanado.
● Una familia unida.
● Un joven con visión.
● Un corazón lleno de paz en medio del caos.
Haciendo una pausa para volver a ver
Tal vez hace tiempo que no te detenés y lo extraordinario se volvió común.
Hoy es un buen momento para cerrar los ojos y meditar:
● ¿Dónde estuvo Dios hoy en los pequeños detalles?
● ¿Qué hizo por mí esta semana?
● ¿Qué señales de su amor me mostró últimamente?
A veces necesitamos dejar de ver para volver a ver. Volver a emocionarnos con esa vivencia diaria, única, que tenemos con nuestro Padre.
Lo que la iglesia sí puede ofrecer
Cuando alguien entra a una iglesia, debería encontrar algo más que palabras.
Debería poder:
● Conocer a Cristo.
● Descubrir a Dios como Padre.
● Sanar su interior.
● Conocer su identidad.
● Encontrar propósito.
● Tomar herramientas prácticas para vivir una vida plena.
Todo eso, no desde un manual, sino desde una comunidad que lo vive cada día.
Mostrá lo que vivís
Lo más poderoso que tenés para compartir con el mundo no es una idea perfecta, es tu vivencia imperfecta pero real con un Dios perfecto.
No silencies tu vivencia en Dios, porque puede ser la respuesta que otro está necesitando hoy.