Soy un hijo amado, acepto y valorado.
Soy libre para vivir quien soy como una nueva criatura.
Soy el amor del Padre aquí en la tierra.
Soy la imagen de Cristo, manifestando el fruto de la nueva creación.
Estoy lleno del amor del Padre; fluyo como un río, dispensando bien a mi entorno.
– Fragmento Agenda 2022 GPS ¿A dónde quieres llegar?
Mis acciones: Pasado.
Durante mucho tiempo, creí que mi valor estaba determinado por lo que hacía o tenía. Vivía enfocado en estar lo más ocupado posible para no ser «improductivo». Esa es una mentira que muchos hemos creído y hemos justificado nuestros fracasos con frases como: «No me esforcé lo suficiente»; «tal vez no lo merecía»; «no era la voluntad de Dios». ¿Te ha pasado? Bueno, a mí, sí.
¿Cuál es el resultado de estas afirmaciones? Una enorme frustración.
Debido a que nuestra fuerza natural es limitada, y vivimos en un mundo de necesidades naturales ilimitadas, jamás nos podremos esforzar lo «suficiente» para cubrir cada área de nuestra vida. No con esto quiero decir que hay que tirar la toalla y dejar de ser productivos.
Lo que digo es que no importa cuánto te esfuerces, eso no cambia quién eres, ni el valor que tienes. No eres lo que haces.
Tus acciones no surgen de la nada, brotan dentro de ti; algunas son involuntarias, otras pensadas y planificadas, cada acción surgió primero de un pensamiento.
La ecuación es sencilla. No eres alguien porque llevas a cabo una acción; porque eres alguien, actúas.
No es una casualidad que el apóstol Pablo le diga a los romanos: «No se adapten a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente.» Romanos 12:2
Cambiar tus pensamientos es fundamental para poder cambiar tus acciones.
La necesidad constante de «hacer para ser» te convierte en un activista que tiene temor de equivocarse. Ese temor es una carga que no te corresponde vivir. Tu esencia original es el amor y es incompatible con el temor. No temas equivocarte, tu valor no se modifica por un «error».
Mi potencial: Futuro.
Ahora que sabes que tus acciones no determinan tu valor, entonces ¿qué lo determina?
Luego de descubrir que mi valor no está determinado por mis acciones, creí que mi potencial me definía, es decir, creí que mi valor estaba fijado por lo que yo podía alcanzar en la vida. ¿Crees o creíste esto?
Creí entender que mis acciones no me daban valor, pero evidentemente no del todo, porque creía que las cosas que podía lograr con mi hacer eran mi verdadero valor.
Tengo personas en mi entorno que me alientan y constantemente me dicen las cosas buenas que ven en mi: Potencial.
Utilicé esto como vara para medir mi valor, pero en este sistema nuevamente hay una gran falla. El potencial que hay dentro de mí no es un indicador y no debería usarlo como tal, porque si me equivoco, puedo creer que no estoy a la altura de ese potencial, y dejar entrar pensamientos de desánimo y condenación, llegando a hacerme cuestionamientos como: Pero si está dentro de mí, ¿por qué no lo puedo lograr? ¿Me habré equivocado y esto no es realmente lo que soy? De nuevo estoy en un terreno de pérdida, enfrentado con mis pensamientos, caminando en duda, la cual es una variante del temor. Como dijimos anteriormente, tu esencia original es el amor, por lo tanto, no hay lugar para el temor. No eres alguien por el potencial que tienes para alcanzar o vivir cosas. Tus expectativas, las de la sociedad, familia o amigos no tienen poder sobre tu verdadero valor.
Por mucho tiempo visioné que en algún momento de mi vida podría alcanzar la cúspide del éxito, sentirme realizado y en determinado momento de mi vida decir: «Ya he hecho todo»; pero un día me encontré de frente con mi verdadero valor, y todo cambió.
Su amor: Presente.
Tu verdadero valor fue fijado y pactado aun antes de que nacieras.
«Incluso antes de formarte en el vientre de tu madre, lo sabía todo sobre ti.
Antes de que respiraras por primera vez, ya te había elegido.» Jeremías 1:5, The Voice.
«Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna.» Juan 3:16, DHH
Tal vez parezcan simples versículos bíblicos, pero en realidad tienen una inmensa profundidad. Su amor fijó mi valor hace mucho, mucho tiempo. Cito una frase de mi apóstol Martin: «¡Esto es re groso!» Es groso porque su amor tiene características únicas, por ejemplo: Su amor es un refugio donde te sientes protegido, no cambia ni se modifica; es estable y no tiene crisis. Su amor no requiere de mi esfuerzo, Él lo derramó por completo sobre mí. ¡Qué alivio!
Encontrarme con su amor fue reconfortante, pero generó una inquietud en mí: «¿Ahora qué hago?» Fue lo primero que me pregunté, porque venía de un modelo de «hacer para ser», pero su amor proponía algo diferente: Primero ser, para luego hacer.
Y es ahí donde hoy estoy, en ese descubrimiento, comprendiendo que no hago para ser útil, para ser bueno, para ser amado, sino que como soy útil, bueno y amado, uso mi vida para manifestar esas cualidades en mi entorno.
En lo personal, siento una gran pasión por las personas, estar con gente, poder ayudar, motivar a que despierten cosas en ellos. Bueno, esa es la razón principal por la que escribo.
No lo sé todo sobre la inmensidad de nuestro Padre, pero entender su amor cambió mi vida.
Anhelo que lo mismo pase contigo. Entender su amor te dará la perspectiva correcta de qué hacer con tus dones, talentos, deseos y sueños. Tu vida es una herramienta de oro para transformar tu entorno, trabajo, amigos, familia, y también a ti mismo. En ti está todo, no es necesario que sigas buscando afuera lo que ya está dentro de ti.