MODO SUPERVIVIENCIA.

MODO SUPERVIVIENCIA

¿Sabías que cuando te preocupas, tu cuerpo se pone en «modo supervivencia»?
La preocupación es un estado mental anticipatorio, generalmente relacionado con el miedo a que ocurra algo negativo. Aunque parece algo únicamente psicológico, tiene un impacto real y medible en el cuerpo.

Comencé a meditar y a buscar información sobre lo que produce la preocupación cuando, durante varios domingos seguidos, me despertaba con dolor corporal y contracturas musculares. Era como si mi cuerpo esperara que llegara el domingo para aflojarse y, entonces, sentir dolor. Mi cuerpo me estaba hablando, porque el cuerpo siempre nos habla: nos comunica cómo está nuestro estado mental. Y muchas veces, incluso, terminamos enfermándonos.

Pude darme cuenta, escuchando a Dios en mi corazón, de que hacía tiempo estaba viviendo en modo supervivencia. Entonces decidí informarme un poco más.
Hoy quiero compartirte qué ocurre, científica y biológicamente, cuando nos preocupamos.

¿Qué activa la preocupación?
 Cuando nos preocupamos, el cerebro interpreta una situación como amenazante o incierta, aunque aún no haya ocurrido. Esto activa el sistema de respuesta al estrés, haciendo que nuestro cerebro detecte amenazas reales o imaginarias, y nuestro cuerpo entre en estado de alerta.

El sistema nervioso activa un área responsable de la respuesta de «lucha o huida», liberando hormonas del estrés, especialmente cortisol.
El cortisol ayuda al cuerpo a enfrentar el estrés aumentando la glucosa en sangre y suprimiendo funciones no esenciales, como la digestión o el sueño.
Pero cuando esta hormona se mantiene elevada por mucho tiempo (preocupación crónica), puede afectar negativamente la memoria, el sistema inmune y la salud cardiovascular.

El ritmo cardiaco y la presión arterial aumentan. La respiración se vuelve más rápida y superficial. Los músculos se tensan (por eso sentimos contracturas, dolor de cuello o mandíbula). Ahora comprendía por qué me contracturaba tanto y notaba cambios en mi sistema digestivo. El cuerpo prioriza «luchar o huir», lo que puede producir acidez, náuseas, diarrea o estreñimiento.

Quizá pienses que no soy especialista en el tema, y es cierto; sin embargo, cualquiera puede informarse e investigar. Seguramente te sientes identificado, porque todos nos preocupamos, ya sea por la economía, por problemas de salud o por las experiencias que atravesamos en la vida.

Un dato breve sobre salud en adultos de 28 a 45 años: En América Latina, más del 50 % de las personas en este rango de edad presenta sobrepeso. El estrés crónico y los trastornos de ansiedad están en aumento, y la salud mental se ha convertido en una de las principales preocupaciones, afectando tanto el bienestar emocional como el físico.

Con esta información que fui reuniendo, fue suficiente para hacer un stop y escuchar lo que Dios quería decirme, y lo que quiere decirte también. Decidí profundizar en ello. Profundizar es como bucear en el mar: no te quedas en la orilla, vas al fondo para ver todo lo que hay.

En Mateo 6:25, expresado de una manera diferente a la Biblia tradicional, se nos recuerda: «No se preocupen por su vida, como si su existencia dependiera de lo que comen, beben o visten. ¡La vida es mucho más que eso! El cuerpo mismo es un testimonio del cuidado de Dios».

«No os afanéis» es una invitación a salir del estado de supervivencia, que es el modo mental donde el cuerpo vive estresado, anticipando carencia o peligro.

Joe Dispenza, un neurocientífico, enseña que cuando una persona vive constantemente preocupada, pensando en lo que le falta, en lo que no tiene, activa el sistema nervioso simpático, produciendo cortisol, y eso bloquea la creación de una nueva realidad, porque el cuerpo está anclado en el pasado o en la ansiedad del futuro.

Pero fue Filipenses 4:6-7 lo que realmente caló hondo en mi interior. Aunque había leído muchísimas veces este versículo en mi vida, ese domingo —cuando lloraba de dolor por la contractura— pude entender que ya era hora de soltar la preocupación que estaba enfermando mi cuerpo. Y, como yo lo entendí y sigo practicando, el pasaje me decía: «No se angustien por nada. No se inquieten. No se preocupen». En cambio, abrácenlo todo en oración: hacer propio algo y conectarse con ello de forma consciente y emocional. Presenten sus peticiones a Dios, cada detalle de su vida, y háblenle con gratitud. «Entonces» la paz de Dios, que trasciende la comprensión humana, descansará como una fuerza de custodia sobre sus pensamientos y emociones en Cristo Jesús.

Solo cuando somos agradecidos y hablamos con Dios de nuestros problemas —pero agradeciéndole de antemano, en vez de preocuparnos— es cuando la paz de Dios custodia nuestros pensamientos. No permitirá que las emociones negativas dominen tu cuerpo, y esa paz supera los límites de lo que las personas pueden entender, explicar o imaginar.

Pero tu preocupación, o la mía, no se va solo con tener un poco de información. Se trata de cambiar tu manera de pensar. ¿Cuántas veces hemos escuchado: «Cambia tu forma de pensar»? ¿Y cuántas veces no lo hemos logrado?

Por eso, quiero explicarte cómo lo hago. Es tomar lo que aprendí de Filipenses 4:6-7 y hacerlo tuyo mentalmente. Implica comprenderlo tan bien que puedas explicarlo con tus propias palabras, relacionarlo con tus experiencias y utilizarlo para resolver problemas o tomar decisiones. Ya no es «algo que leíste» o «algo que te enseñaron», sino una herramienta que forma parte de tu forma de pensar.

Es ensayar en la mente cómo aplicar lo que aprendiste antes de hacerlo en la realidad. Involucra imaginar escenarios, anticipar reacciones, probar ideas en tu cabeza y ver cómo funcionarían, pero no desde el temor o preocupación. Es como un «entrenamiento mental» que te prepara para actuar con más seguridad.

Vivir en el presente con gratitud por lo que viene (aunque aún no se vea) es una forma de oración activa, Jesús está diciendo: «Vive en el ahora» (Mateo 6:34).

«No os afanéis por el día de mañana… basta a cada día su propio mal». Cuando Jesús dice «no te preocupes», no es una frase piadosa, sino una instrucción.

En vez de hundirte en la preocupación, recuerda: El futuro solo cambia cuando dejamos de anticipar desde el miedo y empezamos a sentir desde el futuro deseado. Es decir, sentir hoy la paz, la provisión, la alegría que queremos vivir mañana.

 

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